Oculta detrás de una pesada cortina negra en uno de los aeropuertos más transitados del país se encuentra la inquietante respuesta de Chicago a una creciente población de solicitantes de asilo que llegan en avión.
Cientos de inmigrantes, desde bebés hasta ancianos, viven dentro de una central de autobuses en la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional O’Hare. Duermen sobre colchonetas de cartón en el suelo y comparten baños en el aeropuerto. Una empresa privada vigila sus movimientos.
Chicago ha tenido dificultades para albergar a los solicitantes de asilo, haciendo una transición lenta de los residentes de viviendas temporales a refugios y, en un futuro próximo, tiendas de campaña.
Sin embargo, el uso de aeropuertos por parte de Chicago es inusual dado que anteriormente fueron rechazados y enfatiza la respuesta desorganizada de la ciudad a la crisis. Esta práctica también ha suscitado preocupaciones sobre la seguridad y el trato de quienes escapan de la violencia y la pobreza.
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